emepitri

Alguna vez en mi vida la felicidad fue sinónimo de abrecaminos. Y abrecaminos era un millón de duraznos, filadelfia brichante, mañana de otoño, ellasefue. Las letras perfectas para ese tiempo. Para la combi, regresando de la universidad. Toda una declaración de principios post adolescencia disfrazada de punk.

Y alguna vez vi a la chica que me gustaba con un polo del Otro Yo y pensé que debería aprenderme todas las canciones para cuando llegue el día. Su polo era naranja, chiquito. Sus senos se notaban perfectos dentro de ese polo. Y así repetía todas las canciones. Ahora la chica sabe que había un loco que la seguía en la universidad. Siempre me la cruzo. Nunca le hablo. Nunca más la he visto con el polo naranja.

Otra vez estuve media hora parado al lado de María Fernanda Aldana afuera de un teatro argentino. La había visto una vez en un concierto, en fotos, le había escrito. Todo, pero esa vez no hablamos. También apareció su hermano.

El disco perfecto para los 22 años. Chicos con ilusiones, chicos sin ilusiones se confunden escuchando este disco. Incluso los dizque malditos tararean "No me importa morir", himno de muchos, la canción que menos me gusta. Y saltas con Arruncha. (Hay cosas que no quiero saber y cosas que no quiero ser y no soy...). Y si ahora cambiaste, quiero que me lo demuestres...

Y ahora casi ya ni escuho El Otro Yo, el último disco de ellos lo he prestado hace más de un año y ni siquiera lo extraño. La última vez que vino a Lima, estuve en la puerta tomando unas chelas con una amiga y ni pena me dio.

Sin embargo, ahora que escribo esto me da alegría saber que hubo una ola que nos tapó a todos. Y un grito con una batería destemplada que nos alivió a varios otros.